El 3 de junio de 2015 el estallido de miles de mujeres en las calles de nuestro país terminaría imponiendo la demanda “Ni una menos” no sólo a nivel nacional, sino incluso regional y global. Sí, nos estaban matando y nos siguen matando.
Esto no es una pandemia (como algún periodista suele denominarlo). No es una enfermedad. Es la más descarnada reacción del patriarcado ante el avance de las mujeres en la lucha por la igualdad y el respeto a sus derechos humanos.
Es trágica la situación en nuestro país. Contradictoriamente, las mujeres y sus aliados del movimiento de las diversidades sexuales han obtenido grandísimos avances en la legislación y reconocimiento de derechos. Institucionalmente, por ejemplo, la importantísima creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidades.
Pero en el terreno de la praxis, de la vida real, la violencia es cada vez mayor. Desde el 1º de enero de 2020 hasta el 30 de abril pasado se cometieron en todo el país 117 femicidios (ver informe del observatorio “Ahora que sí nos ven”).
Pero el dato más llamativo es que desde que se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio el 20 de marzo hubo más de 50 femicidios en menos de dos meses (ver informe de la Casa del encuentro). El encierro puso en riesgo la vida y salud de muchas niñas, adolescentes, mujeres, travestis y trans.
Las llamadas al 137 se incrementaron en 2/3 respecto al mismo mes (abril) del año anterior. Estos datos, este fenómeno, corren el velo y dejan al descubierto claramente que el nido de la violencia de género está en los mismos hogares. Esta no es una situación exclusiva de la Argentina. El propio Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, pidió a todos los países que implementen medidas para evitar este repunte de violencia de género mientras avanzan las cuarentenas por la pandemia.
Hace cinco años, impactadas por la masividad del reclamo Ni una menos, sostuvimos en este mismo espacio, parafraseando a Marcela Lagarde, que “no hay que dormirse en los laureles” ni embelesarnos por los edificios iluminados de violeta o el impacto mediático del llamamiento. Se impone que rápidamente se definan cursos de acción concreta para “hacer redituar el acto” (Página 12, 05/06/15, pág. 5). Esta necesidad sigue completamente vigente.
Urge, entonces, que el nuevo Ministerio avance en la confección y aplicación de una plan nacional para prevenir y erradicar la violencia de género, para lo cual debe asignársele el presupuesto necesario, y simultáneamente volcarse a atender la coyuntura que tan dramáticamente se está manifestando y se integre al comité de crisis que funciona en el ámbito del Poder Ejecutivo.
¡Vivas nos queremos!
Junio 2020.